¿Soy consciente de mi inconsciente?

Isla
Isla

Consciente / Inconsciente

Nuestro inconsciente dirige entre un 95 y 97% de nuestra vida sin que seamos conscientes, a través de las creencias adquiridas durante nuestras vivencias y la información heredada de nuestra familia. Esto deja entre un 3 y un 5% el control a nuestro consciente.

Haciendo un símil, en nuestro cuerpo, la mayoría de procesos biológicos se llevan inconscientemente, sin nuestra intervención de una forma automatizada, por ejemplo:

  • El ritmo de nuestra respiración, como es nuestra respiración pausada o agitada.
  • La cadencia de nuestra frecuencia cardiaca. Es lenta o rápida.
  • El control de la temperatura en el cuerpo. Nuestros poros se han abierto y sudamos o por contrario están contraídos y tenemos frio.
  • Los procesos de la digestión. Se inician sin nuestra intervención, es ligera o pesada.
  • La presión arterial.

Si tuviéramos que tener el control conscientemente de estos y otros procesos de nuestro cuerpo no daríamos abasto. Te imaginas tener que pensar en respirar, en que tu latido sea el adecuado, en recordar de comenzar los procesos digestivos al comer, cuando hace calor o frio, cerrar o abrir los poros de tu piel.

Sólo prestando y focalizando la atención en dichos procesos podremos ser conscientes de lo que ocurre.

Muchas veces los síntomas y enfermedades se manifiestan en estos mecanismos automatizados regidos por nuestro sistema nervioso autónomo a diferencia de cuando queremos mover una mano o un dedo, donde conscientemente enviamos la orden a nuestro cerebro y éste, a los músculos de nuestra mano que obedecen la orden consciente.

Si repetimos un movimiento muchas veces, al final este movimiento es aprendido como un proceso automático y pasa a nuestro subconsciente, por ejemplo para conducir.

Al principio vamos pensando cada uno de los pasos, pero finalmente, conducimos mientras hablamos con el copiloto o vamos pensando en nuestras cosas.

Las leyes del inconsciente

  • El otro no existe.

Para nuestro inconsciente el otro y nosotros somos lo mismo. Si vemos a alguien muy cercano con el que empatizamos que sufre, nosotros sufrimos también. Por ejemplo un hijo que tiene  problemas, lo podemos vivir como nuestros.  Lo que vemos en el otro son proyecciones nuestras.

  • El tiempo no existe.

Para nuestro inconsciente todo es ahora, no hay diferencia entre el pasado, presente y futuro. Un acontecimiento de hace años, al evocarlo y recordarlo con detalles lo podemos vivir con las mismas emociones e intensidad que cuando ocurrió.  Por ejemplo, recordar la pérdida de un ser querido hace años, evoca que sintamos la misma emoción de tristeza que cuando ocurrió.

  • No distingue real o simbólico.

Para nuestro inconsciente el pensar que tenemos medio limón en la mano y que nos lo acercamos a la boca para morderlo, hace que nuestras glándulas salivares comiencen a segregar saliva en nuestra boca, de la misma manera que cuando lo hacemos con un limón real.

  • Es inocente.

Nuestro inconsciente, es inocente como un niño, si una vez un perro le asustó, cada vez que vea un perro podrá estar asustado. Por ejemplo en alergias, si hubo un evento dramático con un gato, cada vez que haya gatos o pelos de gato cerca, se disparará la alergia. El inconsciente no evalúa el riesgo o la posibilidad de que se vuelva a dar el stress, es inocente como un niño, simplemente lo recuerda y nos avisa.

Estas leyes explican el comportamiento de nuestro cuerpo y emociones en ocasiones como las siguientes:

  • Viendo el sufrimiento de otro puede hacer que suframos también.
  • Viendo una película de miedo o triste, puede hacer que sintamos miedo o tristeza aun sabiendo que no corremos peligro.
  • Reviviendo en la actualidad un acontecimiento similar vivido en el pasado, hará que sintamos las mismas emociones que las del pasado, a pesar de que el acontecimiento no se haya desarrollado aun.
  • Recordando una situación de asco, podrá provocar que sintamos nauseas.

«Hasta que el inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú le llamaras destino» Carl Gustav Jung.